Triste
e impotente, veo apagarse la llama.
Por
más que acerco mis manos
no
puedo encontrar ni el más leve calor.
Desesperadamente
soplo,
pero
ella tiembla y no se aviva...
Languidece.
Su
sonrisa resbala lentamente entre mis dedos,
se
escabulle en campos de flores marchitas,
de
breves e intensos recuerdos,
de
magias quebradas...
Se
aleja de mí,
se
esconde.
Quiero
aferrarme a frágiles hilos de telaraña,
apuntalar
su sonrisa,
guardar
el rescoldo de su mirada,
mirar
dentro de mí y encontrarla...
Pero
cuanto más cerca está,
más
lejos la siento...
Estoy
cansado de buscar razones al universo,
explicaciones
a la vida,
de
ponerle alas a los versos,
todo
es mucho más sencillo...
Lo
que tiene que vivir, vive,
lo que ha de morir, muere...
Temerosa de lucir o ansiosa de extinguirse,
huye la llama de mi soplo,
puede vivir o morir,
no es cautiva de nadie...
Solo sé que siempre quedarán
los fuegos que prendió.
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